domingo, 3 de agosto de 2008

Sant'Ivo alla Sapienza



Todavía hay luz en la última hora de la tarde, cuando el débil resplandor hace vibrar el travertino del patio de Sant’Ivo. Tomo notas del lugar en el que, llegada la noche, tendrá lugar un evento singular.

En la cálida noche romana, materia y sonido, conjugados ambos con el número, se abrazarán al confrontar sus proporciones, y Arquitectura y Música hablarán un lenguaje abstracto común.
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Se abrazarán, cuando los cortes de las piedras de aquélla reflejen los armónicos de ésta, y la piedra milenaria volverá a vibrar, esta vez bajo la luz naciente de este sublime encuentro.

El destino querrá que esas formas y esos sonidos, hijos de un mismo tiempo, vuelvan a encontrarse y dialoguen de nuevo, y muestren el espíritu de una época que les era común.

Dialogarán, cuando el sonido, sometido a relaciones numéricas dinámicas, haga que las proporciones de la materia, ahora petrificadas, se estremezcan y olviden su condición estática que le es natural.

Al finalizar mi dibujo cojo el autobús en Corso Rinascimento. Llego a casa y me preparo para volver al concierto; en la puerta me esperará Jan, antes de que la música de Le Quattro Stagioni suene en el bello recinto que por la tarde fue un patio abierto al cielo, y que la noche transformará en un auditorio cubierto de un intenso azul oscuro embriagador, salpicado por una constelación ornamental.